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Netflix exotiza Yucatán con su nueva producción


Al iniciar la película tal vez puedas sentir feliz al ver a Yucatán figurando en una producción de Netflix, pero conforme va pasando la película van saliendo a la luz algunas cosas que parecen ser más una caricatura y una visión sesgada de nuestro estado, como:


Las áreas naturales, como el manglar y la ciénega donde se encuentran los flamencos, están protegidos y muy difícilmente se te permite el acceso a estos espacios. Pero aquí parece ser de lo más normal y cotidiano el acceder a estos espacios.


Las personas que compran la mercancía en la casa-tienda de la protagonista, no son yucatecos, son extranjero angloparlantes; pero pues claro, quien más compraría una playera con una “bomba” en una casona del centro de Mérida. Pero, ¿qué pasa con los yucatecos? Las únicas apariciones de yucatecos son la ayudante, con un acento exagerado e imagen caricaturizada, un vendedor ambulante (famoso en el centro de Mérida) y el que hace la ceremonia; además de algunas personas de fondo.


Pero, y los escenarios, ¿no son yucatecos? Pues veamos:

  • La playa, que obviamente no es Progreso y su malecón.

  • El centro, la parte ya gentrificada.

  • La Ermita, un parque que está rodeado por vecinos extranjeros

  • Una hacienda, restaurada y usada para eventos grandes y de lujo.


Por lo que habría que decir que esa visión de Mérida, difundida en el país, es solo una imagen que exotiza nuestra cultura. Vuelve a nuestra cultura y su gente un atractivo económico con el que se lucra desde arriba y donde pocas veces la gente de abajo recibe algo.


Por esto es válido preguntarse, ¿esta es la Mérida que queremos mostrar a México?


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