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Mérida, la ciudad "mágica"

El gobierno del estado de Yucatán se ha encargado de vender a Mérida como una ciudad paradisiaca, con un futuro positivo en seguridad e inversión y claro, todo esto es muy real, pero sólo para algunos. Aquí van algunos datos.


Mérida es una de las ciudades más seguras del país según reportes del INEGI, pero ¿para quién? Los policías realmente no protegen a la gente. Entre el 2008 y el 2022 ocurrieron mil 488 casos de amenazas, lesiones, tortura y tratos crueles realizados por la policía. Además, el gobierno apoya las encarcelaciones arbitrarias de miembros de comunidades que luchan por vivir dignamente.


La gastronomía yucateca es de las más variadas y deliciosas del país, y en los mercados encuentras muchos de los platillos tradicionales. Pero en los últimos tiempos, comer en ellos ya no es una opción económica, porque la inflación ha provocado la subida del precio de los productos. Pero ese no es el único factor, la llegada a la ciudad de extranjeros, ha hecho que los precios de los productos se eleven y sea más caro comer en los mercados.


Las playas cercanas a Mérida destacan por sus arenas blancas, aguas cristalinas y por ser una opción de distracción para los meridanos. Sin embargo, las construcciones de complejos habitacionales están afectando a las playas. En Sisal se levantan edificaciones bajo la “dudosa” legalidad, que han afectado a alrededor de 13 especies de patos, al pelícano pardo, entre otros animales..


Además, según el Instituto Mexicano para la Competitividad, Yucatán está entre los 5 estados con mejores condiciones laborales para las mujeres, pero no para todas. Las mujeres yucatecas siguen viviendo la brecha salarial, especialmente las de origen maya, cuyo salario es menor a los 4 mil pesos al mes. Además, para muchas mujeres, sus centros de trabajo no son seguros, pues según la Encuesta Nacional de Seguridad Urbana del INEGI más de 106 mil de ellas han sufrido algún tipo de acoso en sus trabajos en Mérida.


En Realidad existen dos Mérida, una blanca, segura y paradisíaca, y otra insegura y discriminatoria, que muestra que el interior de la burbuja de felicidad está realmente podrida. Mérida tiene oídos sordos para las necesidades de su gente y aunque el estado se empeñe en vender una ciudad ideal, los cambios drásticos que están sucediendo lo padecen únicamente sus habitantes.




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