Para garantizar la supervivencia del PRI, su dirigencia debe permitir que sus militantes apoyen a los proyectos políticos con los que se sientan más identificados, aunque ello implique replantear un concepto tan importante para el priismo como lo es el de institucionalidad.
Y es que, por primera vez en la historia de Yucatán, el PRI se alía con el PAN en una serie de candidaturas comunes para algunas diputaciones y alcaldías, el Senado y el gobierno del Estado, elección para la cual, por cierto, es también la primera vez que el PRI no postula un candidato propio.
Como podrán imaginarse, esta alianza generó controversia debido a la rivalidad histórica entre ambos partidos.
Particularmente dentro del PRI, hubo liderazgos que rechazaron la alianza con el PAN por considerar que fue impuesta por la dirigencia nacional del PRI, que no se abrieron espacios para dialogar su implementación o que sumarse a un proyecto panista implicaría una traición a sus convicciones ideológicas y la formación partidista que tuvieron.
Ante estas inconformidades, lo último que debe hacer la dirigencia priista es expulsar a sus militantes pues su objetivo, más allá de obtener triunfos electorales en los próximos comicios, debe ser garantizar que exista un instituto político viable después del 2024. Y, una manera de lograr este objetivo, podría ser que la dirigencia priista le reconozca a su militancia la libertad de apoyar los proyectos con los que se sientan más identificados, por lo menos donde no compitan cuadros emanados del tricolor.
En realidad, para algunos sectores del PRI este planteamiento podría sonar impensable ya que contraviene un principio histórico del partido: la institucionalidad. Sin embargo, dado que estamos frente a hechos inéditos en la historia política del Estado y de los partidos, tal vez el PRI tenga que replantear este concepto para que le siga siendo útil en el contexto actual y que por institucionalidad ya no se entienda sumisión a la voluntad de la cúpula del partido, sino toda acción que contribuya a mantener un instituto político viable y competitivo.
Opinión de Luis Hevia
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